Crónica Negra | Cachetadas que le dolieron en el almaWilmer Poleo .– Romer Leandro jugaba con la pistola y a cada rato se la colocaba en la boca a aquel hombre temeroso que estaba frente a él atado a una silla. Segundos antes le había quitado la mordaza para darle un poco de agua y la víctima aprovechó para clamar por enésima vez por su vida.
“Yo podría ser tu padre. No me vayan a matar, vale. Tengo mis hijos y mi familia. Soy un hombre de bien que lo único que he hecho en esta vida es trabajar y trabajar. Por favor, no me mates”, clamaba el hombre con voz temblorosa y la mirada vidriosa. Tenía la piel enrojecida por el encierro y los golpes que había recibido la noche anterior cuando lo trajeron. Es difícil explicar para qué lo golpeaban porque, de por sí, el hombre ya venía aterrado y estaba dispuesto a hacer todo cuanto le pidiesen.
Lo cierto es que lo golpearon con saña, con rabia. Le dieron cachetadas que dolieron en el alma y luego lo arremetieron con un palo y hasta lo amenazaron con quemarlo con plástico derretido. Los tragos que se había tomado en compañía de un cliente en un restaurante de La Castellana habían desaparecido completamente de su torrente sanguíneo. No le habían dado comida, pero hambre era lo menos que tenía en aquel momento. Había estado toda la noche en vela, como temiendo que en cualquier momento llegaran a buscarlo para matarlo.
Lo pegaron. Por la noche cuando lo trajeron, lo golpearon de manera inmisericorde y luego lo arrojaron hacia una colchoneta que estaba en el piso y lo dejaron solo no sin antes amenazarlo con que lo iban a matar de madrugada si su familia no conseguía la plata del rescate. Luego sobrevino un silencio sepulcral en la casa, pero él se quedó recostado en la colchoneta, pues le daba miedo levantarse. Luego supo que lo habían dejado al cuidado de aquel jovencito, que debía tener unos veinte años y que no dejaba de jugar con la pistola.
Apenas lo vio, recordó clarito cuando lo agarraron. El había salido del restaurante y cuando el parquero le trajo su auto, que ya estaba a punto de montarse, sintió el cañón frío de un arma de fuego en el cuello mientras otro hombre se le paró al lado, también con un arma de fuego y lo conminó a entregar las llaves de la camioneta. Luego lo montaron en el asiento de atrás y, antes de que lo obligaran a enterrar la cabeza del piso, pudo verle la cara al jovencito de unos veinte años que ahora estaba frente a él jugando con su pistola cargada.
Rescatado. Los funcionarios se batieron a tiros con dos de los secuestradores y lograron herir mortalmente a uno de ellos, mientras que el otro fue detenido. Fue éste quien confesó que tenían a la víctima en un apartamento en Juan Pablo II, al suroeste de la capital.
-¿Cómo te llamas?
-Romer Leandro.
-¿Cuántos son ustedes?
-Siete.
-¿Dónde operan ustedes?
-No tenemos sitio fijo, señor. Vamos rodando por toda Caracas en busca de una panza y donde la vemos, le caemos.
-¿Cuántos secuestros se han tirado este mes?
-Como siete u ocho.
-¿Y en lo que va de año?
-No sé.
-¿Cúantos?
-No sé… No llevo esa cuenta, señor. Pueden ser unos 30, señor. Me va a partir el brazo.
-¿Dónde está la caleta?
-No lo sé señor. Cada uno recibe su parte y la gasta en lo que quiere.
-La tuya ¿Dónde está?
-No tengo, señor. Solo un poquito de dinero en el banco. Todo lo gasté en esta camioneta.
-Ahhh, te gustan las Fortuner… Y el chamito que se llevaron de La Castellana, ¿fueron ustedes?
-No, señor. Nosotros no trabajamos con niños. Lloran mucho y uno se pone nervioso. No me pegue más, señor. Yo le voy a decir todo, no me quiero morir. Me va a partir la pierna, señor.
-¿Y al señor dónde lo tienen?
-En un apartamento en Juan Pablo II, en Montalbán.
-¿Cúanto cobraron en el último secuestro?
-Diez mil dólares. Nosotros buscamos extranjeros en Chacao, La Castellana, Los Palos Grandes, Las Mercedes.
-¿Qué hiciste tú con la plata? Tienen que decirme donde tienes escondida la plata porque, si no, no vas a salir vivo.
-Se lo juro, señor, ya me he gastado toda la plata.
-¿Quiénes son los otros de la banda?
-Manzur, El Gocho, sancocho, el gordo, Jesús.
-¿Dónde vive Manzur?
-En la Vega.
-¿En qué parte de la Vega?
-En Terrazas de La Vega.
-¿Dónde vive El Gocho?
-En El Paraíso, pero él se la pasa en Niño Jesús, en casa de su mamá.
– ¿Dónde guardan la plata?
-Romer Leandro.
-¿Cuántos son ustedes?
-Siete.
-¿Dónde operan ustedes?
-No tenemos sitio fijo, señor. Vamos rodando por toda Caracas en busca de una panza y donde la vemos, le caemos.
-¿Cuántos secuestros se han tirado este mes?
-Como siete u ocho.
-¿Y en lo que va de año?
-No sé.
-¿Cúantos?
-No sé… No llevo esa cuenta, señor. Pueden ser unos 30, señor. Me va a partir el brazo.
-¿Dónde está la caleta?
-No lo sé señor. Cada uno recibe su parte y la gasta en lo que quiere.
-La tuya ¿Dónde está?
-No tengo, señor. Solo un poquito de dinero en el banco. Todo lo gasté en esta camioneta.
-Ahhh, te gustan las Fortuner… Y el chamito que se llevaron de La Castellana, ¿fueron ustedes?
-No, señor. Nosotros no trabajamos con niños. Lloran mucho y uno se pone nervioso. No me pegue más, señor. Yo le voy a decir todo, no me quiero morir. Me va a partir la pierna, señor.
-¿Y al señor dónde lo tienen?
-En un apartamento en Juan Pablo II, en Montalbán.
-¿Cúanto cobraron en el último secuestro?
-Diez mil dólares. Nosotros buscamos extranjeros en Chacao, La Castellana, Los Palos Grandes, Las Mercedes.
-¿Qué hiciste tú con la plata? Tienen que decirme donde tienes escondida la plata porque, si no, no vas a salir vivo.
-Se lo juro, señor, ya me he gastado toda la plata.
-¿Quiénes son los otros de la banda?
-Manzur, El Gocho, sancocho, el gordo, Jesús.
-¿Dónde vive Manzur?
-En la Vega.
-¿En qué parte de la Vega?
-En Terrazas de La Vega.
-¿Dónde vive El Gocho?
-En El Paraíso, pero él se la pasa en Niño Jesús, en casa de su mamá.
– ¿Dónde guardan la plata?
No hay comentarios:
Publicar un comentario